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FRUTOS MARIA

viernes, 31 de julio de 2015

Texto escrito por el profesor J.Pascual Patuel para la exposición de Villajoyosa

El profesor de la Universidad de Valencia, J. Pascual Patuel, escribió sobre la vida y obra del escultor y artista plástico Frutos María, para la exposición celebrada en Villajoyosa.
A continuación se encuentra el texto íntegro:




"FRUTOS MARÍA: ECLOSIÓN DE LA FORMA VI

Pascual Patuel
Universitat de València


El período artístico de la Postmodernidad, que continúa en nuestros días su desarrollo y que había comenzado su andadura a principios de los años setenta del siglo pasado, ponía fin a una larga etapa de la Historia del Arte y significaba un claro cambio de rumbo. La Modernidad significó, durante el siglo XX, un impulso hacia delante, basado en el deseo constante de innovación y la superación de los movimientos artísticos anteriores, dejando a un lado la memoria histórica precedente. El artista se convierte en un inconformista que apuesta por la ruptura con el pasado, la experimentación de los lenguajes y en general la rebeldía hacia todo lo establecido previamente. Este anhelo de renovación incesante empieza a agotarse en los años setenta y da paso a un nuevo ámbito conocido como Postmodernidad. En el contexto artístico, surge inicialmente en arquitectura, como oposición al Movimiento Moderno o Racionalismo. Desde la arquitectura, el nuevo enfoque se hizo extensivo a la plástica. La Documenta VII de Kassel de 1982 puso de manifiesto este nuevo horizonte. Su comisario Rudi Fuchs la presentó como el fin de la vanguardia y la aceptación de la diversidad de estilos y contrastes. El término se consagró a raíz de una publicación del filósofo francés Jean François Lyotard titulada La condition postmoderne (1979), donde se definía como "l’état de la culture après les transformations qui ont affecté les règles du jeu de la science, de la littérature et des arts à partir de la fin du XIXème siècle". La Postmodernidad defenderá la individualidad, el eclecticismo como alternativa a un lenguaje universal y el poder comunicativo de las imágenes. Está en contra de la búsqueda incesante de la novedad, la despersonalización y la desmaterialización de la plástica.
En este contexto plástico debemos situar la obra del escultor Frutos María (Hontoria de Valdearados. Burgos, 1959), asentado en la ciudad de Alicante desde 1985, donde tendrá el apoyo y orientación del arquitecto y artista Juan Guardiola Gaya. Fiel al espíritu postmoderno, ha sabido beber en las fuentes de los grandes artistas que significaron la recepción en España de las corrientes constructivistas de los años cincuenta y elaborar un itinerario propio y personal. El interés por el arte se remonta a su época de estudiante, cuando el dibujo constituía su materia predilecta. De niño ya fabricaba sus propios juguetes y le encantaban las manualidades. A pesar de las pocas posibilidades de promoción y formación que ofrecía un pequeño pueblo rural de 400 habitantes, fue capaz de buscar nuevos horizontes. Cursa estudios de Maestría Industrial en Aranda de Duero, y allí comienza el aprendizaje de las técnicas del trabajo del hierro, descubriendo paulatinamente toda su riqueza expresiva y posibilidades de moldeado artesanal. Con el tiempo ampliará su campo de trabajo a la madera vieja, hormigón, acero, aluminio, resinas, etc. Las posibilidades expresivas de cada material son las determinantes de su elección para conseguir de forma más adecuada los resultados propuestos. Él mismo califica su trabajo de “proceso constante de análisis e investigación”.
Algunas estancias y viajes al País Vasco le posibilitaron el conocimiento de artistas como Eduardo Chillida y Jorge de Oteiza. Admira su capacidad para convertir en arte unos materiales asociados únicamente al mundo de la tecnología prácticamente desde la Edad del Hierro. Como ellos ha convertido la dureza de la plancha y la barra maciza en materia plástica adecuada para sus propuestas, estableciendo un diálogo entra la forma y el espacio de gran personalidad y creatividad, hasta conseguir extraer de un material extremadamente inhóspito y pesado toda una serie de posibilidades que le permiten expresar sus planteamientos personales. Este interés por el hierro se ha reforzado y enriquecido con su afición y dedicación profesional durante una serie de años al mundo de la mecánica. En este sentido, Frutos María es un hombre de su tiempo que trabaja con los materiales que constituyen en buena medida la materia prima de nuestra civilización desarrollada. Todas estas experiencias empiezan a cuajar en 1974, cuando aparecen sus primeras obras todavía de pequeño formato. No obstante, el salto a formatos mayores y a una dedicación mucho más intensa se produce en 1985, cuando se asienta definitivamente en Alicante. En esta ciudad de adopción ha desarrollado, durante los últimos 30 años, la mayor parte de su obra y ha conseguido establecer un “taller” en su propio domicilio donde dispone de las herramientas más adecuadas y especializadas para llevar a cabo su labor que en la actualidad alcanza ya el número de más de 300 obras.
La tecnología es un capítulo fundamental para poder calibrar bien su trabajo. La barra o la chapa férrea se cortan con procedimientos diversos como el oxiforte, el láser o el chorro de agua. Une las distintas piezas con soldadura de hilo, máquina de electrodos o máquina de tig, en función del grosor, características del material y los resultados que se quieren obtener. También ha recurrido a las técnicas más tradicionales como la fragua y el moldeado con yunque y martillo. El proceso de pulido con radiales completa los exquisitos acabados que ocultan costuras e irregularidades hasta conseguir una obra gran elegancia y precisión similar a un engranaje. Finalmente cuida primorosamente las superficies para que afronten con solidez el paso del tiempo, la intemperie o el deterioro. Aplica ácidos para conseguir oxidaciones, baños para detener este proceso en el punto que le interesa, ceras diversas y temperatura para conseguir acabados de gran exquisitez, perfección de patinado y durabilidad.
Trabaja en el seno de la geometría con una opción muy clara por la abstracción, pues siempre se ha sentido atraído “por elementos geométricos de gran sencillez”. También se ha interesado intensamente por la pintura informal de raigambre matérica y de hecho su estudio alberga una gran cantidad de obras de densos y exquisitos empastes. De algún modo geometría e informalismo son dos maneras de ver y expresar el mundo, siempre desde el tamiz de la abstracción, y constituyen una relación complementaria de opuestos entre ethos y pathos.
Su principal objetivo, en el ámbito de la tridimensional, es el de diseñar conjuntos de equilibrio formal, donde el espacio vacío dialoga con la materia artística. En ocasiones recurre a efectos de seriación o evoca imágenes que proceden de la arquitectura o de su propia invención o experiencia perceptiva. No obstante, sus obras huyen de un espacio ortogónico, frío y cartesiano, y buscan una concordia dinámica que ponga en valor la dialéctica armónica de los planos y segmentos lineales que configuran cada propuesta. Su curiosidad y espíritu investigador es tal que difícilmente asistimos a una repetición de códigos expresivos. Muy al contrario cada obra, dentro de su estilo personal, es una “aventura” nueva un “reto” distinto que trasciende la anterior y busca la innovación. En una entrevista realizada recientemente en su casa-estudio me comentaba: “cuando tengo una obra clara en mi mente, necesito meterme en otra para continuar imaginando y creando nuevos universos”.
Ha trabajado fundamentalmente en tres direcciones. Obras bidimensionales en chapa recortada, con formas geométricas en su interior a través de las cuales el espectador puede transir su piel y observar los mil y un matices de sombras que proyectan sobre la pared del fondo en función del ángulo de la luz que reciben.  Obras hechas de barra metálica, normalmente maciza, donde el objetivo es la concatenación de los distintos segmentos lineales a la búsqueda de armonías formales de gran riqueza visual, dinamismo y atrevidos (a veces vehementes) equilibrios, donde el espectador es invitado a rodearlas con su mirada para captar y asimilar toda la riqueza que ofrecen los distintos puntos de vista y el entrecruzamiento de sus elementos que aporta metamorfosis continuas. Finalmente la chapa metálica le permite verdaderos ejercicios de “papiroflexia” que doblan  y recortan fragmentos de su superficie hasta conseguir espacios vacíos entrelazados con los planos que evocan la idea de Jorge de Oteiza sobre la desocupación del espacio, que a su vez conecta con las teorías de los constructivistas rusos, los cuales entendían la obra de arte no como un proceso de “eliminación” material, en la línea de la escultura tradicional, sino como un proceso de “construcción” a base de planos, para conseguir finalmente un juego de equilibrios entre límites y ámbitos relacionados y dialogantes entre sí a partir de estructuras poliédricas.
En síntesis estamos ante una obra sólida, exquisita, nacida de su deseo de mostrar su propia realidad con una visión abstracta, que prescinde del detalle para hacer de la forma y el espacio sus principales elementos constitutivos."



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